Capítulo 30
Mercedes escuchaba cómo se lo pedían, dando vueltas y rodeos, casi como si mendigaran, y de verdad le daban ganas de soltar una carcajada.
Al final, apenas la abuelita se fue, la familia Cruz ya no tenía ni el mínimo interés en permitirle quedarse.
Ese dije de jade era algo que los Cruz habían pasado de generación en generación, reservado para la esposa del nieto mayor.
Cuatro años atrás, cuando recién se casó con Brayan, la abuelita fue quien se lo entregó con sus propias manos.
Esa piedra llevaba siglos en la familia Cruz, valía una fortuna y, según decían, traía bienestar. Por eso, la abuelita siempre insistía en que la llevara consigo.
Con razón Estefanía estaba tan empeñada en que viniera.
Pero la forma en que se lo pedían, tan forzada y ridícula, solo hacía que todo sonara aún más absurdo.
Si esto hubiera pasado antes, tal vez Mercedes habría intentado buscar una excusa, retrasar la entrega.
Porque, al final, ese dije también era una muestra de estatus.
Significaba que ella era la esposa del nieto mayor de los Cruz, que era la mujer de Brayan. Pero ahora que ni siquiera quería a Brayan, ¿qué sentido tenía aferrarse a esa joya? Que la devolviera, pues.
Quizá lo único que lamentaba era no poder cumplir la esperanza que la abuelita había depositado en ella.
En realidad, ese dije era parte de un par.
Brayan tenía el otro.
Ambos eran de jade, con un diseño de dragón y fénix, que separados parecían medias lunas, pero juntos formaban un círculo perfecto.
Simbolizaban la idea de estar completos, de alcanzar la plenitud.
La abuelita siempre había esperado que ella y Brayan pudieran ser felices para toda la
vida.
En algún momento, Mercedes también lo deseó.
Pero, tanto el amor como el matrimonio nunca dependen de una sola persona.
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Por mucho que ella se aferrara, ¿de qué servía?
Ella y Brayan, al final, jamás llegarían a ese “círculo perfecto“.
Conteniendo ese nudo en la garganta, Mercedes solo respondió con voz serena:
-Ya entendí.
Y sin más, delante de los dos, se quitó el dije del cuello y lo dejó sobre la mesa, sin titubear ni un segundo.
Víctor y Estefanía no pudieron disimular la sorpresa en sus ojos.
Claramente no esperaban que Mercedes lo soltara así de fácil.
Pensaban que recuperar el dije sería todo un reto.
Después de todo, sabían bien que Mercedes estaba perdidamente enamorada de Brayan.
Ese dije representaba el reconocimiento de la familia Cruz hacia ella. Seguramente no lo entregaría tan simple.
Pero ahí estaba, tan tranquila…
Por un momento, Estefanía y Víctor se quedaron sin palabras.
Pasados unos segundos, Estefanía fue la primera en reaccionar.
Quizá pensó que como usó a la abuelita como pretexto, Mercedes no se resistiría.
-Vaya, sí que eres despistada -pensó Estefanía, despreciando en silencio-. No le llegas ni a los talones a mi hijo.
Sin perder el tiempo, guardó el dije como si temiera que Mercedes se arrepintiera en cualquier instante.
Cuando terminó, no dejó pasar la oportunidad de soltarlé el mismo discurso de siempre:
-¿Así que sí puedes ser razonable? Entonces, ojalá también dejes de meterle problemas a Brayan. Ya me enteré que hace unos días, en la empresa, te la pasaste haciéndole la vida imposible a Pamela, que no le entregaste bien el trabajo y hasta te la agarraste con el hijo de Pamela…
Como nuera de la familia Cruz, ¿no podrías tener más carácter? Ahora que la familia Cruz y la familia Silva están por cerrar una alianza importante, todo depende de que nadie la arruine, y tú lo único que haces es estorbar.
Así que más te vale portarte bien, quedarte en casa con el niño y no echar a perder el trato. Porque si me entero de que haces algo que perjudique a la empresa, no me voy a quedar de brazos cruzados.
Víctor, al escuchar cómo su esposa regañaba a Mercedes, no dijo nada, pero su silencio era una clara señal de apoyo.
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Mercedes frunció el ceño.
No era la primera vez que escuchaba los regaños y sermones sin sentido de Estefanía. En el pasado, por el bien de la familia y para no poner a Brayan en una situación incómoda, ella elegía aguantar y callarse.
Pero esta vez, no tenía por qué hacerlo.
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