Capítulo 8
Océano primero llevó a Mercedes de regreso a la casa. Cuando ella bajó del auto, él te dijo:
-Vuelve a casa y espérame tranquilamente. Voy a llevar a Consuelo a su casa.
Mercedes no dijo nada. Simplemente se dio la vuelta y entró en la casa. El sonido del motor del auto se escuchó detrás de ella, alejándose poco a poco, pero ella no volvió la mirada.
Al llegar a la casa, Mercedes comenzó a ordenar sus cosas, tirando lo que ya no necesitaba, desechando lo que era inútil y donando lo que podía servir a otros. Fue en ese momento que se dio cuenta de cuántos recuerdos habían acumulado en solo tres años de matrimonio. Su joyero estaba lleno de obsequios de Océano: pulseras, collares, horquillas y broches.
Mercedes sacó una caja y comenzó a guardar todas esas joyas. Al levantar la vista, vio el atrapasueños de color lila colgado sobre la cama, un regalo que Océano le había hecho en su primer año de casados.
En aquellos días, Océano realmente se preocupaba mucho por ella. Mercedes tenía apenas veinte años y era una estudiante en prácticas de laboratorio. Sus padres no apoyaban su deseo de seguir en la investigación, y poco después de dejar el laboratorio, la casaron con Océano,
Convertirse de repente en esposa y dejar atrás su sueño la llenó de ansiedad. Pasaba muchas noches en vela y, cuando lograba dormir, las pesadillas la despertaban.
Océano intentó de todo para ayudarla, pero casi nada funcionaba permanentemente. Un día, escuchó sobre los atrapasueños y decidió hacerle uno con sus propias manos. Lo colgó sobre su cama y le dijo:
-Con este atrapasueños, mi niña querida ya no tendrá que preocuparse por las pesadillas.
No sabía si fue el atrapasueños o la ternura de Océano, pero desde entonces, Mercedes. dejó de tener pesadillas.
Ahora, Mercedes lo retiró y lo guardó en una caja. Mientras arreglaba su ropa, encontró un álbum de fotos. Al abrirlo, vio las fotos de ellos juntos a lo largo de los años.
Había una de su primer cumpleaños juntos, donde ella le había embarrado la cara con crema, y él, con los ojos llenos de cariño, había posado para la cámara. ¿Era ese el mismo cariño que recordaba à un amor verdadero que había dejado atrás en otro país?
Mercedes no quiso seguir viendo más y arrojó el álbum a la caja. Se deshizo de todo lo que tenía que ver con ella, y lo último fue su anillo de bodas.
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Recordó el día de su boda, cuando Océano le puso el anillo y le prometió fidelidad eterna. Ahora, Mercedes dudaba de si esas palabras habían sido para ella o para Consuelo.
Cuando terminó de ordenar todo, ya era muy tarde y Océano acababa de regresar.
-¿Tiraste muchas cosas? -preguntó al ver la casa más vacía-. Parece que falta mucho, -Solo hice una limpieza. Me deshice de lo que no pertenecía aquí -respondió Mercedes, sin cambiar su expresión. Aunque no lo dijo, también se refería a ella misma.
Océano no sospechó nada. Se agachó para escuchar su vientre, preguntándose:
-¿Por qué no escucho el latido del bebé últimamente?
Mercedes sonrió con ironía, pero no respondió. ¿Cómo iba a escuchar el latido de un bebé que había perdido hacía un mes?
Océano no notó nada raro y, al no recibir respuesta, simplemente la abrazó.
-Merce, entre Consuelo y yo no hay nada. Le dejé la casa porque es incómodo para una chica quedarse en un hotel. Lo del colgante fue mi error; le prepararé otra compensación y lo recuperaré.
Intentaba tranquilizar a su esposa, pensando que seguía molesta. Luego agregó:
-Hace tiempo que no te arrullo para dormir. ¿Te gustaría que esta noche te arrulle a ti y al bebé?
Mercedes no rechazó el abrazo, pero tampoco respondió. Océano la llevó al dormitorio.
Sin embargo, apenas entraron en la habitación, Océano recibió un mensaje. Lo leyó rápidamente y, mientras respondía, se dirigió hacia la puerta.
-Merce, surgió un asunto en la empresa que debo atender. Duérmete tú primero, no tardaré–dijo antes de salir corriendo.
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