Capítulo 26
Esther ya tenia el rostro empapado en lágrimas.
-¿Por qué, Pablo?
Su voz temblaba al preguntar, apenas podia articular palabra.
¿Por qué acercarse a ella si no sentía nada? ¿Por qué enredarse en su vida si en el fondo. no la queria? Si en realidad ella no significaba nada, ¿por qué no dejarla ir?
-Esther, comportate, por favor
Pablo la abrazó por detrás, haciendo que se recostara más cerca en su pecho.
El calor que él transmitia a través de la delgada tela le quemaba el corazón, como si cada latido doliera más. ¿Será que a Marta también la consoló así, con ese mismo tono, con
esos mismos gestos tiernos?
Sumida en esa tristeza, Esther bajó la mirada. De repente, sintió un escalofrío en el cuello, como si el aire la acariciara.
Pablo tomó su mano suave y la llevó hasta algo frio.
Ahora, colgaba en su cuello una cadena de jade, con un colgante a juego que brillaba en
el mismo tono.
Al ver la joya, el corazón de Esther dio un vuelco tan fuerte que casi pudo escucharlo.
Eso era…
Giró la cabeza solo para encontrarse con la mirada profunda e impenetrable de Pablo.
-Es una reliquia de tu mamá. El dije lo compré especialmente, hace juego con la cadena -le susurró junto al oído, con un tono tan íntimo que le erizó la piel-. ¿Te gusta?
Esther quedó atónita. ¿Así que por eso le había pedido la cadena? ¿Solo para poder juntar tas piezas de ese recuerdo?
Pablo entrelazó sus dedos con los de ella, y apoyó la cabeza en su hombro, hablándole
casi en un susurro.
-Esther, nunca le he dado nada de tu madre a Marta.
Esa simple frase, tan sencilla, hizo que el corazón de Esther, que ya había quedado hecho hielo, comenzara a temblar, a derretirse un poco.
Pablo notó cómo el gesto de Esther, normalmente tan seguro, se suavizaba, y la rodeó con más fuerza, como si no quisiera dejarla escapar.
Su respiración se sentía tan cercana, y cada palabra suya le acariciaba el alma.
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Capitulo 26
-Tú y Marta…
Esther no podia evitar recordar lo que había visto, lo que había sentido: la traición, la seriedad con la que él trataba a otra mujer, la forma en que la había dejado de lado por Marta. Todo eso seguía doliendo.
-Ella me salvó la vida, Esther. Uno no puede ser malagradecido en esta vida.
Pablo rozó su mejilla con los dedos, tan despacio, como si temiera romper algo invaluable.
-Sí, tuvimos algo en el pasado, no lo niego. Pero eso fue hace mucho. Esther, tú eres mi esposa. No puedo vivir sin ti. Y además, está Nere.
Su voz se llenaba de emoción con cada palabra; mientras la abrazaba, Esther sentía cómo su propio cuerpo comenzaba a calentarse de nuevo, como si la esperanza germinara otra vez, aunque fuera diminuta.
Pablo acercó los labios a su oído y le murmuró con dulzura:
-Entre Marta y yo, nunca pasó nada.
Esther se quedó helada, el cuerpo rígido.
Antes de que pudiera reaccionar, Pablo ya la había rodeado, reclamándola para sí con toda la pasión contenida…
Costa de la Libertad
Marta estaba tirada en la cama, mirando el techo. El celular solo le devolvía un mensaje
una y otra vez:
[Lo sentimos, el número que usted marcó no está disponible. Por favor, intente más tarde.]
Tres días. Tres días enteros sin noticias de Pablo, salvo aquella llamada que contestó Nerea, diciendo que Pablo había encontrado a Esther. Desde entonces, su celular parecía estar fuera del mapa.
¿Había encontrado a Esther? ¿Estarían juntos? ¿Qué estarían haciendo? ¿Ya habrían dormido juntos?
Marta apretó el borde del colchón con fuerza, las uñas a punto de romperse contra la
madera.
Y pensar que hasta hace poco Pablo ignoraba a Esther, incluso habia traido a Nerea aquí… Todo por culpa de Esther.
Si hace seis años aquella mujer no se hubiera cruzado en su vida, ahora mismo ella sería la señora Córdoba, la esposa legítima.
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Y ahora, seis años después, Esther seguia persiguiéndola como una sombra, empeñada en arrebatarle a Pablo.
La mirada de Marta se posó en el dibujo que Nerea había hecho y dejado junto a la cama, La niña era idéntica a Esther, un retrato en miniatura.
Sin pensarlo, Marta tomó el portarretratos y lo arrojó al bote de basura.
No podía soportar la idea de que Pablo y Esther volvieran a estar juntos. Así que, llena de rabia, comenzó a escribir un mensaje:
[Pablo, regresa ya, Nere tuvo un accidente.]