Capítulo 34
Seguir a la señorita Marta no era lo mismo. Lo que Nerea quería, solo tenía que decírselo a ella, y la señorita Marta se lo pedía a su papá o, de plano, se lo compraba sin pensarlo.
En cambio, con su mamá había demasiadas reglas. Nerea solo quería divertirse.
La niña tomó el celular y, creyendo que Esther no la veía, se alejó un poco para platicar en secreto con Pablo.
-Papá, ¿sigues con la señorita Marta?
Al oír la vocecita de su hija, el enojo que Pablo sentía hacia Esther se calmó, aunque fuera un poco. Respondió en voz baja:
-Sí, aquí estoy.
-¿Puedo ir contigo?
Pablo negó con firmeza:
-La señorita Marta no se siente bien, tienes que quedarte en la casa con tu mamá. Cuando termine de acomodar todo aquí, regreso.
Nerea se quedó insatisfecha, pero Pablo solo le dijo que obedeciera a Esther en casa y colgó el teléfono casi de inmediato.
-Nere, ¿qué te dijo tu papá?
Esther notó el ceño arrugado de su hija y se sorprendió de que Pablo no la hubiera dejado ir con Marta.
-Nada, mamá. Oye, ¿mañana tengo que ir al jardín?
Al ver que su papá ni siquiera había querido escucharla antes de cortar la llamada, supo que no tenía caso insistir.
Decepcionada, se le notaba en la voz. Esther frunció el entrecejo.
-¿No has ido al jardín estos días?
Tan pequeña y, ¿nadie la había llevado a la escuela durante todo este tiempo con Marta?
-La señorita Marta está enferma y papá no ha tenido tiempo de llevarme. Pedí un mes de permiso. ¿Mañana puedo no ir?
Le aterraba la idea de que su mamá la obligara a ir a clases, cuando jugar era lo más divertido del mundo.
-No, Nere. A tu edad tienes que ir a la escuela.
¿A poco nadie en la familia podía llevar a Nerea aunque Pablo estuviera ocupado?
16.07
Capítulo 34
Nerea ya sabía que esa iba a ser la respuesta y su carita se apagó.
-Bueno…
Caminó cabizbaja a su cuarto. Esther se dio cuenta de que la niña estaba molesta, pero como mamá no podía permitir que su hija hiciera lo que quisiera. Si Nerea empezaba a faltar seguido, después le costaría mucho más trabajo regresar a la escuela.
Aunque la familia Córdoba tuviera suficiente dinero como para varias generaciones, la educación de su hija era lo más importante.
Nerea entró a su cuarto y azotó la puerta, furiosa.
Esther permaneció un rato en la puerta, dudando. Al final, tocó con suavidad.
Pero la niña, todavía enojada, no respondió.
-Nere, traje pato rostizado de Nueva Arcadia para ti. Le voy a pedir a Sabrina que te lo lleve, ¿sale?
Al no escuchar respuesta, Esther se quedó un momento más y luego fue a la cocina.
Había traído desde Nueva Arcadia todo lo que Nerea decía que le encantaba, pero cuando se marchó, tuvo que dejarlo casi todo atrás.
Ahora que Nerea estaba de vuelta, Esther no sabía si debía quedarse o regresar. Si se iba, era seguro que Nerea no querría moverse de ahí, y encima Ramón ni siquiera conocía aún
a la niña.
Además, la situación con su papá era demasiado complicada como para tomar una
decisión en ese momento.
Al final, Esther llamó a Lía y le pidió qué le llevara varias mudas de ropa para Nerea. Luego intentó llamar a Pablo de nuevo.
Quería saber cómo pensaba él organizar la vida de Nerea. Fuera cual fuera la respuesta, necesitaba hablarle del tema de la escuela; no podía permitir que la niña faltara más.
Esta vez, Pablo contestó rápido, pero quien habló fue Marta.
-Esther, Pablo está en la ducha. ¿Necesitas algo?
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