Capítulo 2
Cada vez que Raquel donaba sangre a Felisa, necesitaba varios días para recuperar fuerzas. Esta vez no fue la excepción.
En estos días, los Lacayo habían estado en el hospital cuidando de Felisa, dejando a Raquel sola en casa.
Saliendo de su habitación con una taza en la mano, apenas pudo vislumbrar a la persona que llegaba cuando un objeto volador la golpeó en la cabeza, dejándola viendo estrellas.
Ese dolor familiar no necesitaba explicación; reconoció de inmediato a su “querida” madre.
-¡Raquel! ¿Qué diablos estás haciendo? ¿Por qué no viste los mensajes que te mandamos?
-¿Lo hiciste adrede, verdad? No respondiste a propósito para hacer enojar a Felisa.
-¡Maldita sea, niña! ¡Te criamos para nada!
Mientras soportaba la lluvia de gritos, Raquel se limpió la sangre de la frente y sacó su celular del bolsillo para abrir WhatsApp.
Resulta que desde temprano en la mañana, habían enviado un mensaje en el grupo familiar informándole que Felisa saldría del hospital y que debía preparar su pastel de chocolate favorito para recibirla.
Pero, después de donar sangre, ¿cómo iba a tener fuerzas para hacer un pastel que lleva tanto tiempo y esfuerzo?
Además, estaba tan agotada que ni siquiera había visto los mensajes en su teléfono.
Intentó explicar, pero al levantar la vista vio a Ciro y Sergio ayudando a Felisa a entrar cuidadosamente al salón.
Ambos la atendían con una dedicación extrema, acomodándole cojines para que se sintiera cómoda y ofreciéndole un vaso de agua a la temperatura justa, como si fuera
una princesa,
Sergio la miró con despreció, su mirada amable se tornó sarcástica y cruel de inmediato.
-Esperar que ella haga el pastel para Felisa es como pedirle peras al olmo.
-Ella no hace más que quedarse en casa sin hacer nada, no tiene ningún interés o hobby. Aparte de esos dibujos que hace, no tiene nada comparado con Felisa.
Desde que Raquel llegó a esta familia, pasaba al menos la mitad del año donando sangre a Felisa, y el resto descansando en casa.
¿Intereses? ¿Acaso tenía el tiempo como Felisa para desarrollarlos?
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Y esos “dibujos rotos” de los que hablaba Sergio eran su único sueño en una vida tan árida, pero él los despreciaba sin piedad.
Este tipo de comentarios los había escuchado demasiadas veces, pero cada vez que los oía, sentía su corazón desgarrarse.
Ciro, como de costumbre, intentó suavizar la situación.
-Raquel, ¿estás cansada de donar sangre? ¿Te sientes mal?
Antes, cuando él decía esas palabras, ella se habría conmovido profundamente.
Al menos había una persona que parecía preocuparse por su bienestar.
Pero ahora que había renacido y conocía la verdad, solo podía sentir ironía.
Él la defendía solo para mantener la ilusión de que la amaba.
Y porque ella lo amaba, él no tuvo que esforzarse mucho para engañarla y hacerla caer profundamente en su trampa.
Sin embargo, esta vez, no caería de nuevo.
Al escuchar a Ciro, Felisa fingió ser comprensiva.
-No importa, no tengo que comer pastel; deja que Raquel descanse.
Sergio miró a Raquel con desdén, claramente molesto por su comportamiento.
-Felisa, ¿por qué tienes que preocuparte por ella? Todo lo que hace por ti es su obligación.
-Después de todo, si está en este mundo, es gracias a ti.
-Eres demasiado buena; solo tiene sentido que exista si tú eres feliz, ¿entiendes?
Esas palabras tan directas hicieron que el corazón de Raquel se estremeciera.
Por un momento, sintió como si miles de agujas se clavaran en su pecho.
La sangre que corría por sus venas era la misma que la de ellos; era una persona, con sentimientos y capaz de sentir dolor.
Pero a nadie le importaba, nunca le había importado a nadie.
Durante la comida, todos mimaban a Felisa.
Gonzalo y Vanesa no dejaban de ponerle comida en el plato, y Sergio se aseguraba de quitarle las espinas al pescado antes de servírselo.
Toda la mesa estaba llena de platillos que Felisa adoraba.
Raquel, con la cabeza baja, comía en silencio, cuando de repente apareció un trozo de calamar en su plato.
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Miró a Ciro a su lado y luego al calamar en su plato, esbozando una sonrisa amarga.
Era notable que incluso en ese momento él intentara fingir que la quería, pero si realmente la amara, sabría que Felisa adoraba el calamar, mientras que Raquel era alérgica a los mariscos.
Aunque había tantas pruebas de que él no la amaba, por su necesidad de un poco de calidez, ella no había visto la verdad hasta ahora.
Al final de la comida, Gonzalo y Vanesa sugirieron hablar sobre la boda de Ciro y Raquel.
Felisa, con lágrimas en los ojos, dijo:
-Papá, mamá, últimamente me he sentido muy débil. Me temo que no podré asistir a la boda de Raquel y el tío.
-Pero me encantaría ser testigo de su felicidad, ¿podríamos posponer la boda hasta que me recupere?
Todos sabían que en esa casa sus deseos eran órdenes, así que su actuación como alguien comprensivo y considerado era innecesaria.
Gonzalo, Vanesa y Sergio aceptaron de inmediato, pero Ciro se detuvo un momento y, mirando á Raquel, preguntó con voz calmada:
-Raquel, ¿estás de acuerdo?
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