Capítulo 15
Media hora después, Mercedes fue llevada de regreso a la empresa.
Cuando Brayan por fin la soltó, su muñeca tenía una marca roja, tan profunda como la rabia que sentía por dentro.
El dolor físico era intenso, pero nada comparado con el que le apretaba el pecho.
Durante todo el trayecto, por mucho que Mercedes intentó zafarse, la fuerza de ese hombre nunca aflojó ni un poco.
Ahora, ya en la oficina, Brayan parecía un robot sin alma, severo y distante, cuando le habló a Mercedes:
-Esta vez, voy a supervisar personalmente que termines la entrega de tu trabajo.
Un escalofrío recorrió a Mercedes. Sentía las manos y los pies helados.
¿Cómo no iba a entender las intenciones de Brayan?
No era difícil de adivinar: tenía miedo de que su consentida sufriera algún “mal rato” por su culpa.
Pamela apareció en ese momento, entrando veloz al despacho.
Se acercó a Brayan y, fingiendo reproche, le jaló suavemente la manga de la camisa.
-Brayan, te estás pasando de estricto con Mercedes. Podrías ser más considerado, hablar con calma… Yo sé que ella no hizo nada con mala intención.
Brayan arrugó la frente. Su tono seguía tan seco como siempre:
-Solo así va a aprender y va a terminar la entrega en serio. No tienes que defenderla. Si fuera la mitad de responsable que tú, no tendría que venir yò hasta acá a perder el tiempo.
Mercedes escuchó ese intercambio y le temblaban las manos de coraje.
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Ese hombre siempre encontraba la forma de decepcionarla aún más…
Pamela, con su papel de buena, volvió a jalarle la manga a Brayan, como si de verdad le
preocupara.
-No hables así de Mercedes -le dijo, y luego se volvió a Mercedes con una sonrisa fingida-. Mercedes, no te enojes con Brayan. Tú sabes que él es muy dedicado al trabajo, siempre quiere que todo salga bien. Esta vez no descuides nada y verás que no te va a decir nada más.
Mercedes sintió un asco tremendo por esa actitud “angelical“. Por fuera, Pamela parecía inocente, pero en sus ojos se asomaba una burla satisfecha, segura de que Brayan no la
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Capitulo 15
notaría y de que la protegería de cualquier cosa.
Y claro, Brayan caía redondito, confiando ciegamente en ella.
Mercedes, atrapada y sin defensa, sabía que cualquier explicación sería inútil. Él jamás le
creería.
Decidió no perder el tiempo ni la dignidad discutiendo más.
No quería seguir un minuto más en ese sitio.
Así que, tragándose el enojo y el dolor, terminó toda la entrega de trabajo de forma rápida y eficiente, sin dejar espacio para que pudieran reprocharle nada.
Cuando todo estuvo listo, Mercedes se dirigió a Brayan con una voz distante y cortante:
-¿Ya está todo? ¿Puedo irme, Sr. Brayan?
A Brayan no le molestó en absoluto ese trato distante. Al fin y al cabo, en la empresa siempre habían sido jefe y empleada.
Contestó sin emoción:
-Si no falta nada, puedes retirarte.
Mercedes no respondió. Simplemente se dio la vuelta y salió.
Al pasar por el área de trabajo, sintió cómo el corazón le daba punzadas. En ese sitio había dejado sudor y esperanzas; ahora, no solo la usaban de escalón, sino que la echaban como si fuera basura.
El dolor la asfixiaba. Caminó más rápido, deseando irse cuanto antes.
Al llegar a los elevadores, sus compañeros de equipo, con quienes tanto había luchado codo a codo, salieron apresurados tras ella.
Sus caras mostraban tristeza y ganas de detenerla.
-Srta. Mercedes, ¿de verdad te vas a ir?
-No te vayas, nos vas a hacer mucha falta…
-Esa tal Pamela, la verdad, se ve medio creída. A mí no me cae nada bien.
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-Hablen más bajito -advirtió otro compañero alzando la ceja-. Recuerden que es de la familia Silva y que el jefe la conoce desde hace años. Y no solo eso, hoy en la mañana hasta el Sr. Raúl vino a verla. Dicen que entre ellos hay algo…
[El equipo de la Srta. Mercedes lamenta su salida. Muchos consideran que Pamela es arrogante y que su cercanía con la dirección le da ventajas injustas.]
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