Capítulo 23
Leonel se mostraba exageradamente entusiasta.
Mercedes frunció el ceño, a punto de rechazarlo, pero en ese momento, Rosalba, que hasta ese instante la tenía tomada de la mano, de repente la soltó y caminó rápido hacia los juguetes que tenía Leonel.
Mercedes se quedó en blanco, confundida.
¿No que no quería jugar con él?
Sin pensarlo, sus ojos siguieron a la pequeña, y pronto entendió la situación.
Entre los juguetes que el hijo de Pamela había traído, había un peluche de zorra rosa.
¡Ese era el favorito de Rosalba!
Hace unos días, ese travieso se metió al área de juegos de Rosalba y rompió su zorra,
además de ensuciarla.
Mercedes, temiendo que su hija se pusiera triste al verla arruinada, la guardó para mandarla a reparar y lavar.
Esa zorra todavía no se secaba…
Pero justo ahora, la que tenía frente a ella, ¡era igualita!
En ese instante, Rosalba corrió directo y, ansiosa, abrazó la zorra rosa con fuerza.
Por su expresión de alegría, se notaba lo mucho que valoraba y quería ese peluche.
Leonel, al verla tan feliz, se acercó rápido y dijo:
-Hace unos días, sin querer, rompi la zorra de Rosa, así que hoy vine y le traje una nueva, jespecial para ella!
Mientras hablaba, levantó la cara hacia Brayan, buscando ser reconocido, y agregó con una sonrisa de satisfacción:
-¡A Rosa le gustó mucho el peluche que le traje!
Rosalba ni le contestó, estaba completamente absorta en su zorra rosa.
Mercedes se dio cuenta de que Rosalba había entendido mal.
Pensó que era su propia zorra, por eso se había lanzado tan emocionada.
A Brayan le encantó la actitud de Leonel y, sin dudarlo, le apretó la mejilla con cariño mientras lo felicitaba:
-Eso es tener buen corazón.
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Después, le lanzó a Mercedes una mirada de soslayo, con un tono cortante:
-¿Ves? Leonel solo quiere portarse bien. No deberías juzgar tan fuerte a un niño.
Mercedes no le respondió.
No creía que alguien tan mañoso pudiera cambiar de un día para otro.
Por eso, se dedicó a observar con más atención a Leonel.
Había algo en ese niño que le hacía desconfiar. Sentía que esa bondad era solo fachada.
Temía que hiciera alguna travesura con Rosalba, así que no le quitó la vista de encima…
Pero, para su sorpresa, esa vez no pasó nada raro.
Incluso, Leonel terminó regalándole a Rosalba los demás juguetes.
De repente, a Leonel se le ocurrió algo. Revolvió el fondo de su bolsa, sacó una bolsa de frutas y corrió hacia la cocina.
Brayan, al verlo, dejó la computadora y fue tras él.
-Leonel, ¿qué estás haciendo? -preguntó.
Leonel, sonriente, le mostró las frutas y contestó con tono obediente:
-Es un regalo. Mi mamá dice que cuando vas de visita, no puedes llegar con las manos vacías, así que traje frutas. Quiero hacer jugo para Rosa, para acercarme a ella.
Suspiró, un poco decepcionado.
-Cuando le di los juguetes, ni me peló…
Brayan suavizó el gesto y le respondió con paciencia:
-Eso déjaselo a la señora que ayuda en la casa, tú no tienes que hacerlo.
La trabajadora doméstica, que ya estaba cerca, se acercó de inmediato para encargarse.
Pero Leonel esquivó su mano y, con una voz inocente y decidida, le dijo:
-No pasa nada, yo puedo. Así Rosa verá que sí me interesa. Solo esperen afuera, yo termino rápido.
Brayan, al ver que el niño insistía tanto, no tuvo más que ceder,
-Bueno, solo cuidate, ¿va?
Y así, lo dejó hacer las cosas a su manera.
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