Capítulo 3
-¡Merce!
Mercedes y Manolo estaban platicando animadamente cuando una voz familiar resonó repentinamente detrás de ella. Instintivamente, se dio la vuelta y vio un rostro conocido.-
Océano, elegante en su traje, estaba parado detrás de ella, mirando a Manolo con una expresión ligeramente seria. -Merce, ¿no vas a presentarnos?
Él siempre había sido tranquilo y sereno; era la primera vez que Mercedes veía un atisbo de celos en sus ojos. Pero, ¿por qué estaría celoso? Después de todo, su corazón claramente pertenecía a Consuelo.
-Él es Manolo, un compañero de la escuela -dijo Mercedes, sacudiéndose esos pensamientos de la mente, antes de presentar a Océano-. Y él es… mi esposo, Océano.
Con esas sencillas palabras, Manolo y Océano se estrecharon las manos. Al soltarse, ambos tenían marcas rojas en las manos.
Sin mostrarlo, ocultaron sus manos tras sus espaldas, pero Mercedes no pudo evitar
notar la tensión en el aire.
Se despidió de Manolo con un gesto de la mano. -Me voy, Manolo. Nos vemos.
Mercedes se marchó junto a Océano, sin percatarse de la tristeza en los ojos de Manolo al verla alejarse.
Por otro lado, Océano no estaba dispuesto a dejar el tema.
-¿Qué haces aquí?
-Hace mucho que no venía a la escuela -respondió Mercedes tras una breve pausa, inventando una excusa-. Me dio por venir a echar un vistazo. —Luego, lo miró—. ¿No decías que hoy estabas ocupado? ¿Por qué estás aquí?
Mientras hablaban, habían llegado al auto.
Mercedes se dirigió al asiento del copiloto, pero la ventana comenzó a bajar lentamente, revelando un rostro que le resultaba familiar aunque nunca lo había visto realmente.
Océano mantuvo su compostura al notar que Mercedes miraba a Consuelo, y explicó sin cambiar de expresión: -Me encontré con una vieja amiga y decidimos ponernos al día.
Era una explicación sencilla, pero la atención de Mercedes se centró en la bolsa de bocadillos que Océano llevaba en la mano.
De repente, recordó que él también había estudiado en esa escuela, al igual que Consuelo. Quizás estában allí para recordar su juventud, o quién sabe qué más.
-Hola, soy Consuelo -dijo la mujer, sonriendo y saludando con familiaridad-. Debes ser
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Capitulo 3
la esposa de Océano. ¡Qué joven y linda eres!
Mercedes sonrió levemente y asintió, notando que Consuelo no tenía intención de moverse, así que se dirigió al asiento trasero.
Quizás su retirada le dio confianza a Consuelo, quien, ignorando por completo la presencia de la esposa de Océano en el asiento trasero, comenzó a bromear con él.
Consuelo tenía en su regazo los bocadillos que Océano le había dado. Sonriendo, levantó un pastelito hacia él. -Océano, estos dulces saben igual que antes. ¡Prueba uno!
Océano, concentrado en el camino, no pensó mucho y mordió el pastelito que Consuelo le ofrecía, provocando una risa juguetona en ella.
-¡Ay, Océano! ¡Mira cómo me mordiste la mano!
Con una chispa de diversión en sus ojos, Océano levantó la vista, cruzando por un instante la mirada con Mercedes a través del retrovisor, lo que lo hizo sentir un poco nervioso. Rápidamente se apartó de Consuelo. -Merce, ¿quieres probar?
-No, gracias, no me gustan mucho -respondió Mercedes con un movimiento de cabeza, mientras Consuelo continuaba hablando.
-¿De verdad no quieres probar? Están deliciosos. Recuerdo que cuando estábamos en la escuela, Océano solía saltar la cerca para comprármelos.
-Al principio, Océano era un estudiante modelo y no sabía cómo saltar la cerca, siempre se lastimaba. Yo le decía que no era necesario, pero él aprendió a hacerlo solo porque sabía que me encantaban. Después de eso, nunca más se lastimó.
Las palabras de Consuelo estaban llenas de nostalgia, dejando claro lo bueno que había sido Océano con ella en el pasado.
Ella seguía lanzando miradas al retrovisor, esperando ver una reacción de Mercedes, pero esta permanecía en silencio, escuchando sin mostrar emoción alguna.
Finalmente, Consuelo lanzó una mirada sarcástica a Océano. -Tu esposa tiene un carácter muy bueno.
Al escuchar esto, Océano soltó una pequeña risa.
-Sí, es muy tranquila -respondió él.
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