Capítulo 1
El día
que Esther Lagos y Pablo Córdoba cumplían seis años de casados, Pablo decidi6 llevarse a su hija para celebrar el cumpleaños de su “amiga“, Marta Barahona.
Esther estaba sentada al volante, observando en silencio a su esposo, su hija… y a esa mujer que había sido un secreto durante seis años.
La joven vestía un vestido rojo encendido, llamativo, mientras la pequeña llevaba un conjunto del mismo color, evidenciando la coordinación entre ambas. Pablo no se despegaba de su lado, acompañándolas en cada juego, como si fueran una familia feliz, de esas que uno solo ve en las películas.
-Marta, hoy es tu cumpleaños. Este es mi regalo para ti.
La mirada de Esther se clavó en la caja de joyas que Pablo abría lentamente. Sintió cómo la sangre se le escapaba del rostro. Era la cadena de esmeraldas que su mamá le había dejado de herencia. Pablo se la había pedido hace meses, prometiéndole que era “para algo importante“.
Recordó que, mucho tiempo atrás, Marta la vio usando ese collar. En ese entonces, Marta solo comentó con una sonrisa ligera:
-Pablo, me encanta, ojalá yo tuviera uno así.
Ahora, el recuerdo era una bofetada. Su esposo le había quitado la reliquia de su madre solo para regalársela a otra mujer.
-Nere, ven, dale un beso a la señorita.
Pablo empujó suavemente a su hija hacia Marta.
Esther apretó una mano sobre el pecho. Nerea era su hija, la llevó en el vientre durante nueve meses, y sabía bien que la pequeña nunca se acercaba a nadie más… mucho menos le daría cariño a otra mujer.
Pero…
Nerea besó la frente de Marta con total naturalidad y hasta le dio un gran abrazo.
-Señorita Marta, ¿puedes ser mi mami también?
Eso la destrozó. ¿En qué momento su hija se había encariñado así con Marta?
Nerea Córdoba era la niña que Pablo le había suplicado que tuviera. Después de un embarazo ectópico que casi le costó la vida, Esther le tenía pavor a la idea de volver a ser mamá. La familia Córdoba, generación tras generación, solo tenía un hijo varón. Pablo era el único en su línea, y al saber del miedo de Esther, le rogó que, sin importar el sexo, ese bebé sería el tesoro de la familia.
Se rumoraba que Marta casi casi había logrado casarse con Pablo alguna vez.
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Pero, al final… ella no podía tener hijos.
¿Entonces Pablo quería que Nerea se acercara a Marta? ¿Acaso pensaba “regalarle” a su hija?
Esther cerró los ojos lentamente, negándose a seguir pensando en eso.
Seis años de matrimonio, seis años de compartir una vida, de pasar por el infierno del embarazo por amor a Pablo. ¿Y todo para qué?
Esther…
Tal vez solo eras la herramienta de Pablo.
Desde el carro, Esther tomó su celular y marcó a Pablo.
El tono sonaba tan alto que retumbaba en el interior del carro. Pablo claramente vio la pantalla… pero no contestó. Solo hasta que Nerea le llamó la atención:
-Papi, ¿es mamá? Si no le contestas, seguro va a querer hacer un drama otra vez.
Entonces Pablo deslizó el dedo y contestó.
-¿Esther?
Su voz tenía un tono seco, muy distinto al dulce murmullo que le dedicaba a Marta.
Esther bajó la mirada.
-¿A dónde llevaste a Nere?
Pablo miró de reojo a Marta y Nerea, llevándose el dedo a los labios para pedirles silencio. Ese gesto de complicidad entre los tres dolía como una puñalada.
Al otro lado de la línea, el silencio era tan espeso que asfixiaba.
Esther apretó el celular, los nudillos se le pusieron blancos.
-Hoy es nuestro aniversario. ¿A qué hora piensas volver?
Pablo se quedó congelado.
Pasó un buen rato antes de que por fin respondiera:
-Lo sé. Compré un regalo, solo quería darte una sorpresa más tarde.
Justo en ese momento, un estallido de fuegos artificiales iluminó el cielo del parque.
Ambos escucharon el estruendo a través del celular.
Pablo alzó la vista, nervioso.
Justo al frente, en dirección de las doce, dentro de un Ferrari rojo, su esposa lo miraba
desde el otro lado de la ventanilla.
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Capitulo 1
Marta levantó en brazos a Nerea, acurrucándose contra Pablo.
La idea de Esther de bajarse del carro se desvaneció en cuanto vio lo bien que encajaban los tres juntos.
Perdón…
Pensó, con el corazón hecho trizas.
La que está de sobra aquí… soy yo.
Los ojos de Pablo se abrieron de par en par. Quiso correr hacia Esther, pero Marta y Nerea lo sujetaron de las manos.
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