Capítulo 2
La voz de Marta sonaba tan suave y bajita que apenas se oía.
-Déjame ir a platicar con Esther, seguro fue un malentendido.
Del otro lado del celular, la voz de Esther llegó tan impasible como si fuera de otro mundo.
-No hace falta, no fue un malentendido.
Bajo el celular y, mirando a Lía Grijalva, quien estaba al volante, ordenó con frialdad:
-Maneja.
Cuando regresaron a la casa, Lía caminaba al lado de Esther, dándole un informe mientras avanzaban por el pasillo.
—La señorita Barahona y el señor llevan años juntos. Se llevaban tan bien que ya casi se casaban. Pero como ella no puede tener hijos, el jefe de la familia no aceptó la boda, así
que…
Lía se detuvo, como si las palabras se le atoraran en la garganta. Esther soltó una sonrisa amarga.
-Así que por eso se casó conmigo.
Al parecer, para la familia Córdoba no bastaba con tener solo a Nerea como hija. Pablo, apenas el mes pasado, ya andaba diciendo que quería tener otro.
¿Otro hijo? -pensó Esther, apretando los labios.
¿Será que ya están preparando el camino para que Marta entre por la puerta grande?
Así, la próxima señora Córdoba ni siquiera tendría que pasar por las molestias del embarazo: solo llegaría a recibir al esposo y a los dos hijos listos, como si fueran parte del paquete.
Qué jugada tan perfecta. Qué habilidad para manipular.
-La buena noticia es que Marta, hace tres meses, fue diagnosticada con cáncer de estómago. Solo le queda un año de vida.
El aliento de Esther se detuvo un instante.
El jefe de la familia también tenía cáncer de estómago.
Definitivamente, lo suyo era de familia: hasta para enfermarse parecían seguir el mismo
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Capitulo 2
patrón.
La noche avanzaba y el reloj de la pared acababa de dar las diez. La chimenea estaba encendida, pero Esther no podía pegar el ojo. El fuego crepitaba, llenando el silencio con su danza naranja. De pronto, la puerta se abrió y una ráfaga de aire helado se coló en la
sala.
Solo entró Nerea. De Pablo, ni sus luces.
-Mami, ¿por qué hoy te apareciste en el parque de diversiones sin avisar?
Nerea tenía las mejillas bien rojas, y no era por el frío. En cuanto vio a Esther, apretó los labios, molesta.
-Papi y la señorita Marta iban a llevarme a ver los fuegos artificiales de medianoche. Hoy es Navidad, ¿por qué tenías que arruinarlo? Por tu culpa, papi me mandó de regreso
sola.
A Esther le dolió el corazón. De pronto recordó: claro, hoy era Navidad. Hoy también era su cumpleaños.
Se acercó a Nerea, se agachó para quitarle la nieve que aún traía en el cabello. Pero Nerea giró el rostro, esquivando su mano.
-La señora Barahona está enferma, por eso la estamos acompañando. Ella siempre me trata bien, me compra lo que me gusta, me acompaña a donde quiero. Yo también quiero estar con ella. Mami, eres muy mala, ni enferma la dejas en paz. Nos seguiste y ahora la señora Barahona está triste, papi ya no quiere jugar conmigo. ¿Ya te sientes feliz?
Nerea infló las mejillas y sus ojos grandes y oscuros miraban a Esther con un rencor que
calaba hasta los huesos.
Florencia, la empleada que había visto crecer a Nerea desde bebé, no pudo quedarse
callada.
-Señorita, no diga eso. Su mamá se desveló tejiendo suéteres y una media de Navidad gigante, llenó todo de los juguetes que más le gustan.
Pero Nerea ni la volteó a ver.
-Ya estoy grande, no quiero esos juguetes de niños.
Esther sintió cómo su corazón se iba endureciendo poco a poco, como si cada palabra de su hija la fuera anestesiando. No le dolía tanto el reclamo, sino ver en el rostro de Nerea ese mismo desdén que Pablo le había dedicado tantas veces.
Florencia, desesperada, le tapó la boca a Nerea.
-Señorita, no diga eso, su mamá se va a poner muy triste.
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Capitulo 2
Esther se incorporó despacio. Aunque la sala estaba cálida, sentía el cuerpo enturecido, -Nerea, mamá se va a divorciar de tu papá.
A pesar de todo, guardaba una pizca de esperanza. Seguía siendo su hija, ¿No habría, acaso, alguna posibilidad de volver a acercarse?
-Mejor, yo también quiero que la señora Barahona sea mi mamá.
Ese último comentario de Nerea se convirtió en la gota final que derramó el vaso de Esther.
En ese instante, lo decidió.
Esta vez, no pensaba aguantar ni un día más al lado de Pablo.
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