Capítulo 10
-Esther, espero que no discutas con Marta. Esa chica ha pasado por demasiado por culpa de Pablo. Y además…
El señor Matías hizo una pausa, su voz cargada de una gravedad inusual.
-Ella le salvó la vida a Pablo. Pablo es el único heredero varón de tres generaciones de la familia Córdoba. Que Marta haya salvado a Pablo es lo mismo que salvar a toda la familia Córdoba, Esa deuda, la familia Córdoba no puede dejarla sin pagar.
Matías habló con una sinceridad que pesaba en el ambiente.
-Eres una muchacha sensata, Esther, y quieres mucho a Pablo. Te pido que ayudes a Marta. Pide lo que quieras, mientras este viejo pueda hacerlo, te lo prometo.
Esther sintió que el dolor la dejó vacía. Por dentro, ya no sentía nada.
“Marta salvó a Pablo“, decían todos. Pero ¿acaso ella, Esther, no había apostado también su vida por él?
-Hace cinco años, cuando Pablo recién tomó las riendas del Grupo Córdoba, se partía el lomo día y noche para ganarse el respeto de los socios. En una sola semana se subió a trece aviones, dentro y fuera del país. Por conseguir un contrato de veinte millones, fue capaz de pasarse tres días sin dormir ni comer, esperando a los clientes.
-Trabajó tanto que terminó vomitando sangre. Estuvo una semana entera inconsciente. Cuando lo llevamos al hospital, se quedaron sin sangre en el banco y yo doné casi toda la que tenía, casi muero en la sala de operaciones. También le salvé la vida a Pablo.
Su voz sonó tranquila, pero cada palabra pesaba como piedra. Miró hacia la ventana, como si allá afuera su corazón buscara pasar su propio invierno.
El viejo escuchó a su nuera con atención, notando cómo se le humedecían los ojos. Él sabía mejor que nadie lo que Esther sentía por su nieto. Y justo por eso, sentía que la familia Córdoba le debía demasiado a esa mujer.
Pero…
Marta también era importante para Pablo. Años atrás, él se enteró de que Marta no podía tener hijos, y fue el propio Matías quien los separó,
El único requisito de Pablo para casarse con Esther fue que le permitieran cuidar de Marta toda la vida, Matías aceptó. No le quedó de otra: sentía que le debía la felicidad de
su nieto.
Por la familia Córdoba, sacrificó a Pablo y a Marta, dándole la oportunidad de redimirse a Marta. Y ahora, sin querer hacerle más daño a Pablo, estaba sacrificando a Esther.
-Ya sé que quieres lo mejor para Pablo -suspiró el viejo, su voz pesando como una losa.
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Capitulo 10
-Esther, dime qué quieres. Si este viejo puede hacerlo, lo haré.
Cuando Matías tomaba una decisión, nadie le hacía cambiar de parecer,
Esther permaneció sentada, callada y serena, escuchando al viejo.
-Si de verdad quiere que pida algo, quiero el cincuenta por ciento de las acciones del Grupo Córdoba. Y quiero que las pongan a mi nombre, ahora mismo.
Su mirada estaba llena de determinación. Cuando Pablo empezó, todo el Grupo Córdoba no valía ni cien millones. Fue Esther quien lo apoyó hasta convertirlo en un imperio de miles de millones. Pedir la mitad, hasta le parecía poco.
Los ojos de Matías se afilaron al escuchar la petición. Pero después de pensarlo, se tranquilizó. Si Esther le daba un nieto a la familia Córdoba, tarde o temprano esas acciones pasarían a un nieto Córdoba. Al final, solo estaría cuidando el dinero un tiempo, El viejo dudó apenas tres segundos.
-Está bien. Te lo mereces.
Su voz, áspera por la emoción, se quebró un poco. Cuando Esther se levantó para irse, Matías le dijo apenas unas palabras:
-Gracias…
Esther apoyó la mano en la perilla de la puerta. En su cara no asomaba ni un rastro de triunfo; todo era amargura y cansancio, sentimientos imposibles de notar para los demás.
Marta valía el cincuenta por ciento del Grupo Córdoba. ¿Y ella?
Dentro de la familia Córdoba, ¿cuánto valía Esther?
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