Capítulo 30
-Quiero quedarme con todo el segundo piso, ¿sí? La antigua oficina de mamá todavía sigue ahí, ¿verdad?
Esther no respondió a lo que Ramón le dijo, tampoco tenía ganas de hacerlo.
Era un asunto suyo y no le interesaba discutirlo con Ramón.
-¿Y cuánto piensas quedarte?
Por la actitud de Esther, parecía que planeaba instalarse por un buen tiempo. Pero, ¿cómo iba a permitirlo?
-Ya traje unas cuantas cosas, en unos días si puede, busque a algunas personas para ayudarme. Este es mi casa, no veo por qué tendría que haber problema en que vuelva.
Ramón prefirió guardar silencio.
La casa todavía estaba a nombre de Valeria, y Esther era hija de ambos. Para él no había ninguna razón legítima para negarle la entrada.
-No hay problema.
Al ver la forma en que Esther se desenvolvía, tan segura y dueña de todo, Ramón creyó ver el reflejo de su difunta esposa. Sin querer, arrugó el entrecejo y desvió la mirada.
Esther subió las escaleras. Lía ya había acomodado sus pertenencias.
Justo al lado de la recámara estaba el estudio. Esther entró, encendió la computadora y revisó si ya había recibido respuesta a los correos de solicitud de empleo que había enviado.
Sin darse cuenta, pasaron varias horas. De pronto, el celular comenzó a vibrar sobre el
escritorio.
Era una llamada de Florencia.
-Señora, ¿no va a venir a cenar esta noche?
Esther levantó la mirada. El cielo afuera ya estaba completamente oscuro.
-No, esta noche no regreso.
Tras pensarlo un momento, añadió:
-Florencia, empieza a empacar tus cosas estos días.
Florencia se quedó muda, sin entender a qué se refería Esther.
Después de unos segundos, respondió en voz baja:
-Señora, entiendo que ya estoy grande, y el señor Córdoba tampoco me quiere aquí. Lo
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Capitulo 30
entiendo, no quiero ponerla en un aprieto,
Esther supo de inmediato que Florencia lo había malinterpretado.
-Florencia, quiero que te vayas conmigo a la casa de la familia Lagos.
Florencia, al oír eso, supo que la señorita no pensaba despedirla, y respiró aliviada.
-Pero, ¿qué va a pasar con el señor y la niña?
Florencia llevaba seis años trabajando para Esther, y sabía bien que los señores solían pelear, pero nunca había llegado la cosa al extremo de que ella volviera a la casa de sus padres.
Hubo un dejo de amargura en la expresión de Esther, imperceptible para cualquiera salvo para quien de verdad la conociera.
-¿El señor y Nere regresaron esta noche?
Florencia dudó antes de responder:
-No, no han vuelto.
En ese instante, Florencia lo comprendió todo.
Del otro lado, Esther ya había colgado.
Pablo le había prometido que esa noche cenarían juntos con Nerea, que regresarían temprano a casa. Ja.
Ya casi eran las ocho y no había señales de ninguno.
Seguro se había ido con Marta.
Esther ya se lo esperaba, así que no pensaba desgastarse más.
Lía tocó la puerta. Esther contestó en voz baja:
-Pasa.
La mujer alta, siempre impecable y eficiente, le entregó un par de carpetas.
Eran los expedientes médicos de Valeria: los diagnósticos, los tratamientos, los reportes de los doctores, los medicamentos… todo perfectamente ordenado.
Al revisar los medicamentos, Esther notó que “diazepam” ocupaba la mayor parte de la lista. Además, la dosis era considerable.
-Este es un tranquilizante, funciona parecido a un somnifero -explicó Lía.
Esther recordaba que, después de que Valeria descubriera lo de su papá, había empezado
a tener insomnio. Al final, el medicamento se volvió parte de su rutina.
Su madre sufría depresión, dolores de cabeza, noches en vela. En algún momento le
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confesó a Esther que sentía que la vida ya no tenía sentido, que a veces solo quería acabar con todo, pero no podía dejarla sola.
Aun así, terminó yéndose.
El abuso de antidepresivos había destruido su salud y, al final, le arrebató la vida.
Esther no encontró nada sospechoso en los archivos. Durante los años en que su mamá estuvo enferma, Ramón se había portado a la altura.
Lo único que Esther nunca podría perdonarle era que, aún estando casado con Valeria, ya tenía a Daniela. La muerte de su madre, por ahora, no podía atribuírsela a Ramón, pero él tampoco era inocente.
-Entendido. Te preparé una habitación de visitas aquí en la casa. Estos días también puedes mudarte, si quieres.
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